21/10/09

El fin del mundo


Toda la familia y vecinos estaban reunidos. La casa era en la que viví durante la niñez. Estaba situada justo enfrente de un enorme parque en el que jugaba cuando era niño. Todo seguía igual que hacía muchos años, y todos estaban ahí, toda mi familia, vecinos, conocidos; todos los que habían circulado por mi vida.

Se había anunciado el fin del mundo desde hacía años, y esa era la fecha y todos esperaban impacientes, llenos de incertidumbre. Yo tenía miedo, ya que yo si creía que era verdad, sólo que no sabía cómo sucedería.

De pronto, el cielo, a pesar de ser de noche, se oscureció mucho más, una especie de negrura cubrió todo allá arriba y se nubló en grises y dentro de esos grises relampagueaban pequeños puntos dorados y de pronto ahí estaba, uno de esos puntos salió y vi como descendía lentamente desde el cielo, era una especie de bola de fuego que iba dejando una estela amarilla a su paso. Todos observábamos esa bola descender. Fue a caer lejos, en las faldas del cerro en el que actualmente vivo. Las caras de todos se encendieron en histeria al ver como explotaba la bola al caer, la explosión era  suficientemente grande como para destruir cinco cuadras enteras.



 Volteamos al cielo y vimos que ahora comenzaban a  descender lentamente otras dos bolas y tras de si otras cinco, y así pronto el cielo se encendió con cientos de bólidos que caían con la pasividad de una pluma e iban dejando esa bella estela a su paso. Todo se destruía. Así era como se terminaba el mundo.

Yo me preguntaba si acaso era Dios, si acaso existía Dios, si eran extraterrestres, si era un fenómeno climático. Me preguntaba de todo, pero teniendo la convicción de que se trataba de una limpia. No era el fin del mundo, el planeta seguiría con vida, simplemente la población mundial quedaría reducida.
 Dentro de la histeria asumí que todo se incendiaría al terminar de caer los bólidos. Mi única oportunidad, pensé, era estar mojado y esperar que la suerte me favoreciera y que uno de los bólidos no cayera directamente en la casa en la que estaba. Cuando tuve esa idea vi como uno de los bólidos cayó de nuevo allá en el cerro y explotó de una manera distinta, fu como si al caer exhalara una cortina de fuego gigantesca y dejó en llamas una gran porción de la colonia en la que cayó. Los demás bólidos estaban apunto de aterrizar. Dentro de todo debo admitir que el espectáculo era bello; toda esa oscuridad siendo atravesada por esos puntos dorados que iban dejando tras de si esa estela de lumbre en el cielo, como si fueran  pinceles dibujando el fin de nuestra vida.

 Decidí que el único lugar en el que podía permanecer mojado sería la regadera así que me fui de ahí, no sin antes tratar de salvar a alguien conmigo. Vi a un señor, un ranchero que llevaba un bebe en brazos. Le pedí que me lo diera, ya que extrañamente, todos estaban pasivos, yo era el único histérico en todo el lugar. Era como si todos estuvieran de acuerdo con morir, menos yo. Esperaban la muerte pasivamente mientras que yo trataba de encontrar una manera de sobrevivir. Le arrebaté el bebé y las llaves de su camioneta y me fui a encerrar a la regadera y abrí la llave. Hubo un silencio y de pronto unos ruidos espantosos.  Gritos por doquier y el lugar comenzó a temblar y a desquebrajarse. Yo suplicaba que no se cayera la casa, que no tuviera la mala fortuna de que uno de los bólidos nos alcanzara. Se hizo el silencio. Calma.

 Me puse de pie y quería salir a averiguar en que había terminado todo y por accidente pisé al bebé, tan fuerte, que murió al instante y solo escuché su cuerpo destrozarse por dentro. Trate de reanimarlo, le hablaba y trataba de hacerlo reír, pero ya estaba muerto.

 Salí y vi como todo, todo, pero todo estaba destruido. Muchos cuerpos por doquier, pero también muchos estaban vivos y cubiertos de polvo.  El cielo estaba oscuro y dentro de el aún relampagueaban los bólidos, pero ya no caían. Aún así parecía como si estuviese recargándose para volver a atacar.
 El padre del bebé se me acercó y preguntó por su hijo. Ahora todos parecían haber recobrado la conciencia y ya no estaban como antes, hipnotizados e idos. El padre fue corriendo a la regadera y regresó mojado y lleno de furia, sacó un revolver y me lo puso en la cabeza. Había sobrevivido el fin del mundo y justo un minuto después un ranchero hijo de puta iba a volarme la cabeza.
 De niño tenía mucha habilidad para trepar árboles y subirme con facilidad a los techos de las casas y de pronto ese talento afloró de nuevo. Como el ranchero no me disparaba hice un movimiento rápido y comencé a forcejear con él tratando de que disparara para otro lado, pero no lo logré, así que corrí hacia el barandal del jardín mientras el me disparaba, pero no lograba atinarme. Logré trepar al techo y me fui corriendo entre las casas.

 Llegué a uno de los techos en que había una enorme fiesta plagada de jóvenes. Estaban dando rienda suelta a toda clase de vicios ya que el fin del mundo estaba ahí y querían despedirse como se merecía. Así que todo era sexo y alcohol. Vi a lo lejos al ranchero, así que me escondí dentro de un baño que estaba ahí, arriba del techo. Todo estaba arriba del techo. Cerré la puerta y de pronto la abrieron. Yo estaba bajo la regadera. Me sentía a salvo bajo el agua. Pensé que era el ranchero, pero no, era una pelirroja enorme y una muchacha que no recuerdo absolutamente nada de su físico. Ellas se metieron al bañó y me dijeron algo así como que al “diablo el cortejo vayamos al grano”. Así que sobra decir que me hicieron y me deshicieron de formas que ni sabía que existieran. De pronto y en medio del goce, el ranchero hijo de puta abrió la puerta y nos sorprendió y les explicó a las muchachas que yo había pisado a su bebé. Trate de explicarles que fue un accidente, porque realmente lo había sido, pero la pelirroja dijo que ella no quería tener anda que ver con un asesino. Y me dejaron ahí. Malditas.

 Volví a huir del ranchero y bajé por otra de las cuadras. Al parecer de pronto el ranchero y todos alrededor volvieron a su letargo, como hipnotizados. Me detuve en mi carrera por huir y escuché un sonido que había conocido hacía menos de una hora. Miré al cielo, y ahí estaban de nuevo; los bólidos caían. Parecía que era definitivo, ya que la cantidad no se había duplicado ni triplicado, simplemente era inconcebidle el número que venía descendiendo. No tardarían mas de quince minutos en alcanzarnos. Estaba todo perdido y dentro del vacío y decepción de la derrota, ya que sabía que no sobreviviría, saqué mi celular y sólo pensé en llamar a alguien y en lo mucho que deseaba el poder haber estado mas tiempo cerca de ella, o aunque sea, haber vivido un poco mas cerca para poder llegar en esos instantes hacia ella y morir a su lado, o aunque sea haberle confesado abiertamente mi amor. Tomé el celular y vi que sólo tenía saldo para una llamada. No tenía el teléfono de ella, pero si el de su hermana, así que la llamé y…. ESTABA DORMIDA!!!!!!!!!! Mi amiga estaba dormida como si nada sucediera en el mundo. Le pregunté que si no se daba cuenta que el mundo estaba a punto de terminar y me ignoró. Le pedí que me pasara a su hermana, pero en ese instante el saldo de terminó.

Los bólidos estaban por caer, pero aún así, corrí y corrí…y corrí con todas mis fuerzas, deseando que cayeran lejos de mi y que pudiera llegar a ella, que corriendo, y sin descanso, tal vez podría llegar dentro de unas quince horas y con la esperanza de que estuviese viva. Y corrí con desesperación. Y corrí derrotado, pero corrí para tratar de alcanzarla. Los bólidos cayeron.
Desperté.

Todo este sueño me lleva a varias conclusiones importantes:
-          - No tratar de salvar a nadie, mejor salvarse uno mismo.
-          - Nunca, pero nunca, pisar a un bebé.
-          - Tener cuidado de los rancheros.
-          - Siempre tener saldo suficiente en el celular.
-          - Decirle a las personas lo que sientes antes que sea muy tarde.
-          - Al diablo el cortejo vayamos al grano.

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