28/5/09

El Pasillo

Las palabras les eran mera requisición en tinta; a distancia siempre les sobraron.  Una vez que se encontraron no hallaron ni una sola de aquellas con las que habían llenado tres costales de ilusiones.

Ella con el putrefactado aliento del amor hacía nadar dos cacahuates en un vaso de cerveza, mientras le susurraba al oído. Tenía todo en la cara para amarlo: una sonrisa totalmente desconectada con la tristeza que embriagaba sus ojeras, aquellas mismas que habían surcado esto y aquello y que ahora estaban al alcance del deseo. Y él la había amado con los diez dedos de sus manos.

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