29/5/09

Eutanasia en el Columpio

Lloró tantos días, tantas penas que no le cabían mas en su pequeño cuerpo, que a la niña se le secaron los ojos. Por un momento estuvo alegre, ya que si no se tiene mas lagrimas para esparcir, puede uno seguir con su vida, ausente de tristeza. Pero las tristezas regresaban como tercas amistades, cual necios amores y falsos olvidos: todo regresaba. Las lagrimas volvían a renacer en el interior de sus ojos, cual charco desertico alimentado por una leve lluvia pasajera. La niña lloraba y lloraba hasta el punto en que se le secaron los ojos de nuevo.


Inteligente fue aquella, ya que para evitar la situación, dejó sus ojos marchitar por completo. Así quedó ciega. Pero no se maldecía arrepentida. Prefería perderse de mucho a sufrir de la mayoría. Si, ya no podía ver lo que la hacia feliz, pero respondía diciendo que la viceversa se aplicaba y que para ella eso le era mas que suficiente, y si no lo suficiente, si lo necesario.

 Pero a veces las personas son crueles, y una en forma de lamento volvió como sonido. Al oído le susurraba desgarros que la hacían sangrar, que le sembraban pus, cosechando bellos sueños. Pensó en perder tamben aquel sentido, pero justo antes de hacerlo, decidió usar lo que mejor se le daba: la imaginación.

 Y encontraron el cuerpo de la niña, sonriente, con las pupilas nubladas y sentada en un apacible columpio. Estaba muerta al fin. “Y, ¿de qué murió?” se escuchó a un curioso preguntar. “De exceso de imaginación” dijo el otro. A lo que sorprendida la muchedumbre quiso saber como podía hacerse eso y alguien les dijo: “fácil, imaginó que se moría… y se murió”

No hay comentarios: